viernes, 14 de mayo de 2010

Historia de un adicto


El sol ilumina mi rostro. La cabeza aun me da vueltas como un trompo. Mi frente sudorosa se adhiere a las fundas de la almohada. Estoy sudando. Volteo para ver el reloj, sin embargo, no alcanzo a ver la hora porque mis ojos no enfocan y mi visión es borrosa. Mi cabeza palpita. ¡Qué dolor tan insoportable! No reconozco la habitación. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Mi boca está seca y tengo sensación de arena en ella. Me llama la atención un discreto sabor a sangre.

Toco mis labios y los encuentro rasgados. Las fosas nasales sangran. ¡Cuánto dolor! ¡No tolero el dolor de cabeza! Intento reclinarme en el diván, pero, aun mareado, me cuesta incorporarme. Solo necesito unos minutos. El sabor a sangre se acrecienta y se hace penetrante. Mi torso desnudo muestra señales de sudor profuso y el temblor me arropa.

Tardo unos 20 minutos en incorporarme y levantarme. Mi cabeza pulsa. Siento que va a estallar. Me veo al espejo y solo observo un rostro grisáceo y pálido. Los bultos en mis ojos se confunden con las ojeras pronunciadas. Mi labio inferior está roto, mi ojo derecho inflamado. Tengo nauseas. Necesito agua pronto. Abro el grifo y acerco el vaso a su boca. Un vaso tras otro, el agua desaparece en mi garganta. Deseo quitarme el gusto a sangre, pero, mi nariz sigue sangrando profusamente. ¡El dolor! ¡Qué insoportable!



Luego de 30 minutos y de asearme un poco me pregunto: ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí? Sudando aun me levanto y camino alrededor de la habitación, intentando reconocer formas. Hay silencio, nadie habla. Todo está callado como un callejón. Al ponerme la camisa percibo arañazos en mis costillas. Delgadas líneas con un tinte de sangre en mi pecho. Mi nariz sigue sangrando. El sabor a sangre no se ha ido. Siento calor y mareos. Me tumbo de nuevo en el desván para reconfortarme. Mi respiración es rápida y superficial. Ahora siento el hedor a alcohol y el malestar en la boca del estomago. Corro al baño y vomito en 2 ocasiones. Siento mas el alcohol y la sangre. Me veo al espejo nuevamente. Es como observar un cadáver. Ojos vacios y fijos. Me lavo la boca una vez mas y después de tomar otro vaso de agua, decido caminar hacia la puerta de la habitación. La cama deshecha tiene manchas de sangre y sobre ella hay 2 botellas de Vodka Absolut, un espejo y un pitillo. A su lado, una caja de cigarrillos y medio tabaco hondureño. ¡Mi reloj! ¡No encuentro mi reloj! El regalo de mis padres de graduación como medico. Un Rolex Gmt-2000. No lo encuentro. Busco sobre las mesillas y la cama. Nada. Quizas del otro lado de la puerta. Dos, tres, cuatro pasos y tomo la perilla para abrirla. Giro la manivela y me enceguece la luminosidad de intensos neones. Un amplio pasillo con alfombras y jarrones se abre delante de mi. No se observa un alma. ¿Dónde estoy?

Es viernes por la noche. Acabo de entregar mis últimos reportes en el consultorio y siento que la energía vuelve a mi cuerpo. Suena el teléfono:
-¿Alo?
-Amigo mio…estoy dejando la oficina ¡ya!
-¿Va lo de hoy?
-Perfecto…voy a mi casa, me arreglo, me ducho y nos vemos alla.
-Tranquilo. Yo llevo algo para el pre-despacho.
-Adios.
Esa era la rutina de los últimos 8 viernes de mi vida. Calculada. A la medida. Cada palabra estaba ejercitada y cada gesto programado en mi mente. Mientras apago las luces de la consulta, mi pulso se va elevando poco a poco. Al bajar por el ascensor saludo cordialmente a colegas, enfermeras, residentes y a la joven del kiosko de café. Hasta el lunes. Comienza el fin de semana. Es hora de relajarse y festejar un poco. Tanto trabajo acumulado, tensa mis nervios.



Pero hoy no. Hoy es viernes. Y esta noche voy a reunirme con mis amigos. Tomo mi carro y conduzco suavemente por las rampas hasta la salida. Presento la tarjeta y la barda se abre mágicamente, dándome una sensación de libertad efímera.

El camino a casa esta congestionado. El trafico es pesado, pero, avanza. La radio, como si fuera magia, suena mis canciones favoritas una tras otra. Nada parece salir mal. Pareciera alineado con el universo. Mis manos tiemblan en el volante. Ya llevo 1 hora en la autopista y esta parada. No se mueve y solo falta muy poca distancia para mi salida. Espero y observo. Un vehiculo accidentado esta causando toda la tranca. Veo mi reloj: 8:55 pm. Mis manos tiemblan y mi respiración se agudiza. Goteo sudor en mi frente.

Aprovecho estar detenido para buscar una pequeña bolsa en mi chaqueta. El trafico no se mueve. La encuentro y la abro. Solo el aroma despierta mis sentidos. Una arenilla blanca muy fina, tan fina que brilla en la luz tenue. Es su aroma lo que me despierta. Temblando, esparzo un poco del polvo en el apoyabrazos y luego busco un billete en mi cartera. La cola sigue sin avanzar. ¡maldito trafico! Voy a llegar tarde a mi casa. Enrollo el billete sobre si mismo y lo utilizo para aspirar los finos cristales blancos. La reacción es inmediata. El calor invade mi nariz. Mi pulso se acelera. Mis pupilas se dilatan. Sudo, sudo un poco. Tolero mejor el trafico y la música parece sonar mas agradable y fuerte ahora.

Quince minutos mas y llego a mi casa. La reja eléctrica abre a mi comando, dejándome entrar a mi palacio. ¿Mi palacio? Hacia mucho tiempo que no lo llamaba asi. Las luces apagadas me recuerdan porque. Una vez mas aspiro el polvo blanco; esta vez desde el techo de mi carro. Solo una línea. Es suficiente. Solo para tolerar mis próximos pasos. No necesito mas. De hecho, no quiero malgastar nada. Cierro las puertas y desde el amplio garaje oigo ya los gemidos de mis perros dentro de mi casa. Camino con algo de pereza. Me voy avivando al aproximarme a la puerta. Los ladrillos son ahora mas fuertes y se percibe el jugueteo al otro lado de la madera. Un giro de la llave. Dos giros de la llave y abro el umbral, solo para ser empujado por pares de patas. Fuertes. Mis perros. ¡Mis adorados perros! Ansio verlos desde la mañana. Saltan y juegan en mi presencia. No paran. Salen al jardín y juegan entre ellos. Una y otra vez saltan y me empujan. Felices. Adorables.

Miro mi reloj: 9:30pm. Es hora de ducharme. Suena el teléfono, pero decido ignorarlo y que la contesadora haga el trabajo. No es nada. Solo mis amigos para recordarme la hora. Conforme subo las escaleras, prendo una luz tras otra. El eco de mis pasos se escucha profudamente. Mis canes me acompanan. Reviso los demás mensajes de la contesadora. Nada relevante. Solo familia y amigos para saludar. Camino hacia mi habitación y nuevamente prendo la luz. Estoy en claroscuro. Una suerte de luz tenue, amortiguada por el brillo de las blancas paredes. La habitación se ve mas grande. La cama asemeja un océano. Cada dia me parece mayor el espacio. Y mis pasos retumban.

Me siento en la cama. Tomo un respiro. Un vaso y una botella me dan la bienvenida en la mesilla. Decido servirme un trago, total, hoy es viernes, necesito relajarme. Un trago de vodka seco calienta mis entranas. Me deshago de la camisa, luego el pantalón. Camino hacia el bano y enciendo otra luz. Me veo al espejo. Mi rostro luce cansado. Hay pequeñas ojeras en el. Hilos de sudor corren por mi frente. Mis pupilas son como agujeros negros. Otro sorbo de vodka. Mi mente empieza a desprenderse y me siento ligero en los pies. Giro la llave del agua. Una ducha templada estará bien. Una buena ducha templada. Primero la sensación del agua fría me inquieta, pero, me acostumbro al pasar de los minutos y luego me siento en comodidad. El agua corre por mi cuerpo refrescándolo. Que buena sensación de relajamiento. Pienso en los planes para hoy. Sonrio. Luego suelto una carcajada. Me digo unas palabras a mi mismo y cierro las llaves de agua. ¡Que alivio! ¡Que confort!

Camino semidesnudo hacia la cama y busco la pequeña bolsa entre mis ropas. No la encuentro. ¿Dónde esta? Una sensación de ansias se apodera de mi súbitamente. ¡AH! Aquí esta. Solo en otro bolsillo. Nada de que preocuparse. Me calmo inmediatamente. Sirvo una línea de polvo sobre la mesilla y la aspiro con el mismo billete. Se acelera mi corazón y la sensación de embriaguez desaparece. Sirvo otro vaso de Vodka. Dos tragos para relajarme. Un sorbo. Veo al espejo y decido no afeitarme. Otro sorbo. Busco en mi closet la camisa correcta, el jean y una chaqueta. Los lanzo sobre la cama. Otro sorbo. Me visto al son de música Soul y jazz. Otra mirada al espejo. Todo en el orden correcto. Termino el trago. Me siento revitalizado. Como un fénix. Coloco el vaso en la mesa de dormir y tomo el teléfono:

-¿alo?
-Voy saliendo para alla. Son las 10:30pm. En media hora estoy alla.
-Tranquilo. Yo tengo algo para el camino. Chao.

La noche apenas comienza………….

¿Se siente identificado? ¿Vive una experiencia similar?
¡BUSQUE AYUDA YA!




Dr. Francisco J. Pimentel G., Médico Cirujano.
Para mayor información o contacto, escriba a manthralab@gmail.com o llame al teléfono: +58 424 2302419

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